Los caracoles de Villavicencio, con sus más de 270 curvas, constituyen una de las partes más atractivas del camino hacia Paramillos. En este sitio pueden observarse vestigios de las antiguas cañerías que ofrecían agua de las termas a turistas y viajeros. En las curvas de mayor altura emergen miradores naturales, orientados hacia el este, que permiten apreciar la Quebrada de Higueritas desembocando en la planicie.
En esta ruta se integra algunos de los caminos más antiguos de la provincia. Las quebradas de la Precordillera han sido transitadas desde tiempos prehispánicos, ya que permiten la comunicación entre la planicie del nordeste mendocino y espacios de mayor altura. Desde el siglo XVI formó parte del itinerario que conectaba las costas atlánticas y pacíficas del imperio español americano a través de la cordillera. Luego de las guerras de independencia se transformó en la ruta que comunicaba Argentina con Chile. A partir de 1910, cuando se inauguró el Ferrocarril Trasandino, comenzó a quedar relegada. La construcción de la Ruta Nacional Nº 7, en la década de 1970, la convirtió en el camino a Villavicencio.
Las 72 mil hectáreas que comprende la reserva natural Villavicencio preservan cientos de especies animales y vegetales nativas. Entre las especies nativas se destaca la jarilla (Larrea cuneifolia, Larrea divaricata), el algarrobo (Prosopis flexuosa), el retamo (Bulnesia retama) y distintas variedades de pastos duros conocidas como coirones (stypa scirpea, stypa vaginata). Entre las especies de animales nativos presentes en el área encontramos el cóndor andino (Vultur gryphus), el guanaco (Lama guanicoe), el puma (Puma concolor), el gato montés (Oncifelis geoffroyi) y el zorro colorado (Lycalopex culpaeus). La fauna autóctona de la zona está protegida por leyes nacionales y provinciales.
Información turística
